La oscuridad había caído hacía horas sobre la ciudad, convirtiendo aquel lugar lleno de vida durante las horas de sol en un páramo desierto de gente. Cierro la cremallera de mi abrigo mientras voy al encuentro de mis amigos. Cuando los encuentro nos ponemos en marcha de nuevo.
Ha sido un día largo, hacer turismo es agotador, y más si te pasas 12 horas de pié y sólo 4 en la cama la noche anterior. Los pies me pesan y la espalda me está matando, pero aguanto un par de horas más antes de dar por concluida la jornada.
Nos tomamos la primera cerveza de la noche, mis amigos están deseando conocer el local al que vamos a pasar la noche. Temerosos al principio de que no nos dejen entrar procuramos arreglarnos más de lo que ya estábamos. Tras acabar nos acercamos al umbral y conseguimos entrar, no ha habido que preocuparse de nada.
Dejamos los abrigos y nos vamos a bailar, la pista esta abarrotada de gente, nos deslizamos entre la multitud hasta ponernos cómodos y bailamos. Comienzo a conocer a varios amigos, mi inglés me permite relacionarme bastante bien.
Las horas comienzan a pasar mientras nos desplazamos de una sala a otra, el humo hace menos agradable la estancia pero consigo aguantarlo. Seguimos bailando esperando cazar a alguno, pero ser extranjero en estas tierras no parece ayudar. Cada vez siento más pesados los pies, miro el reloj y ya han dado las 2 de la mañana, intento escaparme pero el alcohol en las venas de mis amigos parece hacerlos más persuasivos.
Hago acopio de las fuerzas que me quedan para seguir adelante, hasta que de nuevo llego al límite y estoy a punto de salir por la puerta.. cuando el entró. Agarrado al brazo de su amiga está el joven rubio, alto, de ojos azules por el que merece la pena bailar un poco más. Se acercan mucho a donde estamos y se ponen a bailar a nuestro lado. Ambos nos acercamos un poco y nos miramos a los ojos, cuando me quiero dar cuenta ya hemos deslizado nuestros brazos por la cintura y comenzamos a bailar pegados.
El tiempo se para para mí en estos momentos, bajo y subo la cintura al ritmo de la música a la vez que mi compañero de baile, lo toco, me toca y ya noto que algo aprieta en la entrepierna. Nos presentamos y hablamos un poco antes de seguir bailando un poco más separados. Recupero las fuerzas a un ritmo que hasta me sorprende.
Todavía seguimos bailando cuando juntamos nuestras frentes y nos seguimos surcando el cuerpo con las manos. Lo beso en los labios, cuando acabo de darle el beso el sonríe y pide más. Nos abrazamos y repetimos, la noche ha merecido la pena.
Tras un rato así nos sentamos y hablamos un poco más, es más joven que yo, parece interesante, pero por desgracia nos separan más de 3 horas de viaje. Intercambiamos los números de teléfono, por si el destino quiere que nos volvamos a encontrar.
Tras dar el último baile nos despedimos en la puerta del local, saludo a sus amigos con la mano antes de darle un beso en la mejilla, él me lo devuelve antes de salir por la puerta, sigue sonriendo a medida se aleja y lo pierdo de vista. La misma sensación de tantos años atrás vuelve a invadirme, un instante tan efímero de complicidad que se desvanece de nuevo al cabo de poco tiempo.
La luz del sol ya brilla en la calle de nuevo, vuelvo a casa mientras miro el número de teléfono y su nombre mientras camino por las calles desiertas, esperando sin mucha ilusión y al borde del llanto, volver a verlo algún día.