enero 2014 ~ Hunklopedia

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martes, 28 de enero de 2014

Consejos de Hunk

A veces la clave no está en levantarse después de la caída, sino en cómo saber no caerte.
#ConsejosDeHunk


Sometimes the key fact isn't knowing how to get up after falling, but knowing how not to fall.
#HunkTips

miércoles, 15 de enero de 2014

Tied Together (Part 2)

Un rayo de luz de amanecer en los ojos lo despertó, había olvidado cerrar las persianas tras aquella noche especialmente intensa. Se llevo las manos a la cara mientras soltaba un gran suspiro antes de echar hacia atrás las sábanas y descubrir lo contento que se había despertado. Sin darle mayor importancia cogió el móvil sobre la mesa de noche y miró si tenía algún mensaje mientras acariciaba su glande con los dedos con la otra mano, estos se impregnaron de aquél líquido translucido.

Sus amigos le habían enviado las fotos de la noche anterior, pudo ver de nuevo cómo suspendía a su joven alumno, también el beso del final. Dejó el móvil al lado y se sentó sobre la cama, vio a su lado el papel que le habían metido en el bolsillo del chaleco. Sin pensárselo mucho lo añadió a la agenda y mando un simple “hola” a su dueño. Mientras esperaba respuesta se vistió y desayunó. Cuando volvió al dormitorio todavía no obtuvo respuesta, con lo que decidió pasarse por el gimnasio.

Los sábados por la mañana eran los días más tranquilos para trabajar, apenas había gente y podía estar a su aire. Tras su rutina de siempre se dio una ducha en el vestuario y volvió a casa, aquella vez no tuvo la suerte de observar cómo alguien compartía aquella ducha a su lado. Cuando volvió a casa obtuvo la respuesta que quería, su admirador en cuestión parecía emocionado por que le hubiera contactado. No tenía foto de perfil, pero aún así estuvieron intercambiando mensajes un rato, no dieron nombres, ni ningún dato en particular, a fin de salvaguardar sus respectivas identidades. Lo que pudo ver de aquél admirador le gusto, era agradable y no parecía mala persona. Al final concretaron una cita a ciegas para el lunes. Fran no era asiduo a este tipo de citas, pero por alguna razón sintió que no tenía nada que perder, si algo no salía a su gusto no tenía más que levantarse e irse antes de estrecharle la mano.


El tiempo hasta el lunes por la mañana pasó rápido, tenía trabajos de clase que corregir. No pudo evitar ponerle especial atención al trabajo de Abel, aunque los números no dijeran gran cosa de una persona pudo observar su buena caligrafía.

Se levanto inquieto la mañana de aquel lunes, tanto por tener que ver a su alumno como por la cita. Echo un vistazo rápido a la clase cuando entró, ahí estaba, con los codos sobre la mesa y pensativo, jamás sospecharía que había sido él con quien se había divertido tanto aquella noche. Despejó su cabeza de los pensamientos que le invadieron en aquél momento y dio la clase como de costumbre, tratando no parecer nervioso. Abel pareció estar ausente todo el tiempo que duró la clase. Al acabar salió rápido del aula para prepararse, no quería llegar tarde a la cita.

Al llegar a casa confirmó su cita con el desconocido, se preparó y partió hacia donde habían quedado. Eligió un atuendo casual pero elegante a la vez, para dar buena imagen. Cuando llego a la cafetería donde había quedado se sentó en la única mesa libre que quedaba y pidió un café. Parecía que toda la ciudad hubiera elegido aquél lugar para quedar, temió no ver a la persona con la que había quedado. Mientras esperaba sacó un libro del bolsillo y comenzó a leer para hacer tiempo, estar sin hacer nada era una de las cosas que más odiaba.

El desconocido llegaba tarde, ojeo el móvil e intento contactar con él pero no le contestó. Estuvo a punto de levantarse e irse, cuando vio a Abel entrando por la puerta de la cafetería, iba sólo. Fran se preguntó qué haría ahí, continuo un rato sentado, el tiempo justo para darse cuenta de que estaba acercándose a saludarlo. Dejó el libro en la mesa para atenderlo.


Se saludaron amistosamente, sorprendidos ambos de encontrarse en aquel lugar. Fran lo invitó a sentarse con él ya que no había ningún otro sitio donde hacerlo, pidió algo en la barra y se sentó frente a él. Ninguno de los dos se esperaba encontrar a ningún conocido ahí, pues ambos estaban esperando a personas diferentes. Hablaron amistosamente sobre lo que hacían normalmente, cosas sin importancia, nada íntimo, hasta que la conversación se fue desviando hacia lo personal. Los dos admitieron haber quedado con alguien más, pero ninguno aparecía. Miraban el móvil constantemente, esperando la llamada, pero no había novedades en ellos.

Pasó una hora y todavía continuaban hablando, al final decidieron llamar a sus respectivas citas para posponerlo. Ambos se llevaron el teléfono al oído para llamar, esperaron, entonces los dos teléfonos empezaron a vibrar. Apartaron los teléfonos del oído y lo miraron. Se estaban llamando entre ellos, entonces comprendieron que, sin saberlo, habían quedado en aquél mismo lugar.

Se miraron, no se lo podían creer. Parece que Abel fue quien escurrió aquél papel en su chaleco mientras lo besaba, buenas manos, sin duda. Recordó de nuevo aquél beso prohibido. Al principio ambos se sintieron incómodos, Fran sabía quién era en el momento que lo subieron al escenario, pero no podía negarse a tomar un voluntario, por otro lado Abel estaba confuso: le gustó lo que ocurrió, pero para nada esperaba que su profesor fuera el que le hizo pasar tan buen rato. Los dos acordaron que aquello debía quedar estrictamente entre ellos para asegurar su seguridad, nadie debía enterarse o los dos se verían en problemas. A pesar de que reinaba una tensión incómoda en el ambiente se miraban constantemente a los ojos, ya no había una máscara entre ellos.

- ¿Y visitas mucho estos bares? – le preguntó Fran.

- Alguna que otra vez – dijo, todavía nervioso - aquella noche estábamos saliendo por el ambiente. Mis amigos saben que estas cosas me gustan y me acompañaron hasta el bar… y luego pasó lo que pasó.

- ¿Te arrepientes de haber subido al escenario? – preguntó Fran, directo como una bala.

Abel se lo pensó un momento mientras todavía lo miraba a los ojos. Fran lo vio nervioso, con dudas, en el fondo lo entendía, era una situación violenta, pero él sabía muy bien lo que había visto aquella noche, un chico que disfrutó como nunca, con el rabo bien duro mientras colgaba del techo, sometido por él.

- No – contestó, decidido – no me arrepiento.

- Bien – dijo Fran mientras agarraba su mano.

Salieron juntos de la cafetería, caminaron durante un rato por la calle ya oscura, las farolas se habían encendido hace poco y desprendían su luz sobre el suelo húmedo de la ciudad. Abel caminaba junto a él en silencio, había captado perfectamente lo que ambos querían hacer. La cafetería quedaba cerca de casa de Fran, con lo que no tardaron mucho en llegar, una vez en el portal los dos se detuvieron delante de la puerta. Fran la abrió y lo invitó a pasar. Él atravesó el umbral con paso firme; se montaron en el ascensor.

Abel rodeó su cintura con sus brazos y lo abrazó nada más se cerró la puerta, él le devolvió el abrazo, le puso una mano en la cara para que lo mirara y le besó con fuerza en los labios. El ascensor seguía la marcha mientras Abel nadaba en su boca, comenzó a notar su miembro endurecerse bajo los pantalones, rozando contra su pierna, pues Fran era más alto que él. Agarró sus nalgas con fuerza, palpando el culo que debió ser suyo aquella noche. Se separaron cuando el ascensor abrió sus puertas, Fran metió la mano entre las piernas de Abel e hizo fuerza hacia arriba para cargarlo sobre su hombro, luego lo llevó hasta la puerta de su piso, entre risas. Era ligero, más de lo que pensaba. Tras abrir la puerta de casa y cerrarla una vez dentro, lo cargó hasta su dormitorio, donde lo dejo caer sobre la cama.


Fran se hecho sobre él. Continuaron besándose mientras se quitaban la ropa, cuando fue a echar mano de su entrepierna Abel lo detuvo, separándose un instante de su boca:

- Átame, quiero que me poseas, quiero ser tuyo, sólo para ti – dijo mientras lo abrazaba – quiero tenerte dentro sin que pueda hacer nada.

Fran se separó de él y volvió a agarrarle la mejilla para mirarle a los ojos, después lo besó de nuevo y se levantó de la cama para dejar al descubierto su pequeña mazmorra. Abel se quitó la poca ropa que le quedaba y entró dentro, después cerraron la estantería tras de sí y, tras recoger las cuerdas se pusieron manos a la obra.

Primero le ato las manos a la espalda y desde ahí fue haciendo los respectivos arneses mientras besaba con su boca cada parte del cuerpo por la que pasaba. Una vez tenía todas las piezas bien atadas pasó las cuerdas sobre un anillo en el techo y lo suspendió de forma que parecía que estuviera sentado en una silla. En esta postura fue cuando se quitó los pantalones, agarró con su mano su miembro erecto y húmedo, se arrodilló y comenzó a lamer el ano de Abel. Este se estremecía de placer, incapaz de moverse. Entre gemidos le pidió que se pusiera la máscara para follarle, a lo que Fran no se negó.

Una vez acabado de lamer aquél culo de ensueño Fran se puso la máscara y un preservativo, agarró las piernas de su joven alumno y comenzó a follárselo. Su rabo se deslizó por su culo prieto y una sensación placentera lo invadió, una de sus mayores fantasías se había hecho realidad. Se folló a su alumno rápido y lento a la vez, mientras su rabo duro como una piedra estaba totalmente húmedo. En uno de los últimos empujones consiguió que alcanzara el orgasmo, no hicieron falta manos para dejar su pecho cubierto de leche.



Cuando no pudo aguantar más soltó una de las cuerdas para que Abel echara la cabeza hacia atrás, entonces salió de su interior, se arrancó el condón del rabo y después de masturbarse con fuerza y agarrar su corta melena rubia con la mano sudada le llenó la cara de su dulce esperma. Tras soltar un sonoro gemido de placer puso una rodilla en el suelo y lo besó en la boca.

Dejó a Abel colgado un rato más mientras se relajaba, mientras tanto palpó de nuevo su cuerpo surcado por cuerdas con la mano desnuda y le retiró algo de lefa a punto de metérsele en el ojo. Tras esto lo liberó y lo llevó en brazos hasta la ducha, donde continuaron besándose bajo el agua. Una vez limpios se tumbaron en la cama. Abel se durmió rápidamente, rodeando la espalda de Fran con un brazo y apoyando el otro sobre su abdomen. Su rostro reposaba sobre su pecho, respirando suavemente. Fran acarició su mejilla antes de dormirse también, no sería fácil olvidar aquella noche.

A la mañana siguiente se despertaron abrazados. Abel se llevó los dedos a los ojos para aclarar algo la vista y luego le dio los buenos días sentándose a horcajadas sobre su ingle y dándole un beso en la boca. Fran pudo palpar de nuevo sus glúteos mientras sus lenguas se entrelazaban. El calor del momento hizo que el deseo se prendiera de nuevo, Fran mojó los dedos en la boca de Abel, disfrutando de su lengua, y los llevó al ano de su joven alumno. Continuaron besándose mientras lo abría poco a poco, mientras aquél profesor con una doble vida le masajeaba la próstata. Lo poseyó de nuevo tumbado en la cama, estando Abel sobre él, le dejó seguir el ritmo que él quisiera, mientras Fran pasaba su mano por el pecho y pellizcaba los pezones de su nuevo amante. Tras estar así largo rato Fran lo empujó hacia atrás y le abrió las piernas en uve, se la metió hasta el fondo, haciendo que gimiera con fuerza. Cuando llegó el momento de descargar ambos se corrieron a la vez, sobre el cuerpo delgado de Abel.

Tras limpiarse hablaron durante un rato más. Había voluntad de seguir quedando, no podrían verse muy a menudo para levantar sospechas y deberían de cuidar su comportamiento a partir de entonces. Decidieron no volver a quedar hasta acabar el curso y, por lo tanto, quedar los dos libres de responsabilidad profesor-alumno, sin embargo seguirían hablando aunque no hubiera nada serio entre ellos.

Fran lo despidió en el umbral de la puerta de su casa, con un beso profundo en la boca.

Los 4 meses restantes de curso pasaron rápido, ambos mantuvieron celosamente su secreto durante todo aquél tiempo. Ambos continuaron con su vida normal a pesar de sentir una gran atracción física el uno por el otro. Cuando llegó Junio la espera acabó. Liberados de toda responsabilidad volvieron a encontrarse en casa de Fran, sus labios volvieron a juntarse tras su puerta cerrada, a salvo, atados por un nuevo vínculo que ninguno de los dos había sentido nunca.


sábado, 4 de enero de 2014

Hunks Poco Conocidos: Heath Hutchins

Hoy entra en la Hunklopedia otro Hunk poco conocido. Un Hunk que entra perfectamente en la descripción de Hunk con traje. El mozo en cuestión se llama Heath Hutchins (27 añitos, 6 de Marzo de 1988), nacido en Mississippi, Estados Unidos, futbolista en un equipo universitario que recientemente ha dejado el campo de fútbol por las pasarelas.

Aparte de los datos de sus estadísticas en el equipo de futbol no aparece mucha información sobre él, pero bueno, que le vamos a hacer. Desde luego este chaval a mi me ha encantado, ojos claros, barbita, media melena... quien lo pillara... Yo desde luego lo agarraba de la corbata y me lo llevaba pa' casita.

Espero que lo disfruteis!













(Quien fuera almohada...)






Heath Hutchins, born March 6, 1988, in Saltillo, Mississippi, USA, is a former college football player turned model.

Hutchins began his football career in 2009 and finished the season with 22 forced fair catches and a pair of 50-yarders. In 2013, Hutchins traded the football field for modeling. He had transformed his body in a matter of months and managed to lose 50 pounds of muscle mass to fit in designer clothes.

Hutchins has since been photographed by Scott Teitler, Idris & Tony, Sofie Kirk, and Martina Cyman, as well as appearing on the pages of ‘Fantastics’ magazine.

jueves, 2 de enero de 2014

Tied Together (Part 1)

El timbre que daba inicio a las clases volvió a sonar como cada mañana. Los chavales a los que enseñaba estadística entraban en clase montando un gran alboroto, correteando y gritando antes de que la clase diera comienzo. Aquél año había tenido bastante suerte, su grupo era de los más tranquilos de aquél instituto de las afueras de la ciudad y no le causaban demasiados problemas. Llevaba bastantes años enseñando a las nuevas generaciones la importancia de los números, aunque a ellos no les interesaba demasiado.

Fue uno de los pocos que terminó la carrera de matemáticas en su promoción. Fueron menos aún los que acabaron con un expediente como el suyo, que le abría las puertas a cualquier lugar que deseara. A pesar de que las universidades y los centros de investigación se lo rifaban, prefirió a los jóvenes. No le costó mucho trabajo encontrar un lugar cercano a su casa en el que le dieran trabajo. Su instituto buscaba a alguien como él: joven, trabajador y con mano dura para enseñar la asignatura. Y así era él.

A sus 30 y bastantes años Fran era un hombre de altura media y ancho de hombros. Una fina barba muy bien recortada acompañaba al pelo gris de su cabeza. Los demás profesores tomaban a los matemáticos como unos “frikis” chiflados que se pasaban las horas delante de pizarras llenas de ecuaciones, pero él parecía ser la excepción a la regla, porque tenía el cuerpo trabajado en el gimnasio, una de sus pocas aficiones conocidas por todos, y disfrutaba saliendo a tomar algo como el que más. Desde que entró a trabajar en aquél instituto las compañeras de trabajo no perdían detalle de él y, aunque alguna intentó echarle el lazo, no mostraba interés en el tema.



Continuó dando la lección mientras sus alumnos escuchaban atentamente. Rondaban la veintena la mayoría, no pudo evitar fijarse en lo “potente” que venía la juventud: a todos los chicos, o la gran mayoría, se les notaba que iban al gimnasio mientras que las chicas iban cada vez con ropa más ajustada. Entre aquél grupo había todo tipo de personas: los típicos chulos de barrio, algunos más tímidos, los estudiosos… pero en general se llevaba bien con todos. Tras un rato más el timbre que marcaba el fin de las clases sonó, acabando con su jornada por aquél día.

Se despidió de sus alumnos y compañeros de trabajo y cogió el metro de vuelta a casa. Estaba lleno, como de costumbre, se agarró a una de las anillas que colgaban del techo antes de que el tren arrancara. Cuando comenzó a moverse un chico joven chocó contra él de espaldas, quedando muy cerca el uno del otro. Agarró la cintura del joven con la mano que tenía libre antes de que ambos cayeran al suelo y las dejó ahí por un breve instante. Tenía la ingle muy cerca de su trasero y su cabeza, cubierta de una corta melena rubia, sobre su pecho; imaginó que metía la mano por su pantalón mientras le mordía el cuello, haciendo que se retorciera de placer. La magia acabó cuando el joven se giró para agradecerle el haberle sujetado y pudo ver su cara, era uno de sus alumnos.

Ambos se saludaron, sorprendidos al principio, ninguno de los dos sabía que cogían el mismo tren. Tras acabar de golpe con el calentón hablaron tranquilamente mientras llegaban a su destino. Recordó rápidamente quién era aquel chico, se llamaba Abel, era un chico algo más bajo que él, pelo corto, rubio, delgado… una persona sencilla y de ojos soñadores que no llamaba demasiado la atención en clase. La conversación no se alargó demasiado, pues a los pocos minutos de comenzar el tren llegó a su destino. Ambos se despidieron hasta el día siguiente en el andén y Fran continuó con su camino.


Llegó a casa poco después. Era un gran edificio acristalado, de amplias ventanas, situado no muy lejos del centro de la ciudad. Albergaba más oficinas que casas, así que la gente se sorprendía cuando decía que vivía ahí. Abrió la gran puerta de cristal del portal y tomó el ascensor hasta el último piso. Tras abrir la puerta de casa entró en su ático. Era espacioso y bien iluminado, los diferentes muebles, colocados con muy buen gusto, separaban las diferentes estancias, entre las cuales no había apenas tabiques, salvo para el cuarto de baño y las habitaciones. Las grandes ventanas le daban unas vistas privilegiadas de toda la ciudad.

Dejó sus cosas sobre la cama en el dormitorio y comenzó a prepararse para la noche. Se dirigió a la otra habitación y, tras cerrar la puerta tras de sí, alcanzó con la mano uno de los libros de la estantería. Tras tirar de él la estantería se hizo a un lado, dejando al descubierto su pequeña zona de recreo. Ahí estaba todo tal y como lo dejó: Su estante repleto de juguetes, con cuerdas colgando de los colgadores, su aspa acolchada, sillones varios… una pequeña mazmorra muy bien disimulada. Se sentó y comenzó a preparar las cuerdas para la noche: varios colores, varias longitudes y grosores… la rutina previa a un espectáculo.

Recordó como instaló todo aquello: con la mayor discreción posible él y algunos amigos visitaron el almacén por la noche, tras comprarlo todo y sin que nadie los viera, sobre las 4 de la madrugada llevaron todo a casa. Incluso las grandes mentes tenían sus secretos. El esfuerzo sin duda había merecido la pena, pues aquella habitación le había otorgado grandes momentos tanto a él como a la gente que la visitaba.

Tras trenzar toda la cuerda y guardarla en su bolsa de deporte, procedió a vestirse. Para aquella noche eligió unos pantalones de cuero negro, muy ceñidos y una camisa blanca, sobre la cual se puso un chaleco, también de cuero negro. Añadió también la máscara que vestía en todos los espectáculos, le cubría la mitad de la cara, dejando al descubierto la boca. Cuando acabó el sol se ocultaba para dar paso a la noche, ya era casi la hora de salir. Preparó los últimos detalles y tras ponerse el abrigo se puso en marcha.

Había empezado a practicar bondage hace mucho tiempo, cuando tenía 24 años. Tras sus primeros pasos “de bondage de andar por casa” algunos amigos le animaron a presentarse a un peculiar concurso de talentos que organizaba uno de los bares de ambiente que frecuentaban. Tras su número, en el que realizó una suspensión espectacular, dio el salto a la fama en el mundillo y los bares se peleaban por verlo en acción. Su trabajo era puro erotismo, sensual, diferente… y mucha gente lo valoraba. Una vez al mes visitaba alguno de estos locales para hacer una exhibición, cosa que mucha gente agradecía, con mucho cuidado de mantener su identidad en secreto, nadie debía saber lo que hacía.

Tras llegar al local donde actuaba preparó el escenario, los organizadores habían retirado la barra donde solían bailar sus gogos ligeritos de ropa. Se aseguró de que el mosquetón sujeto al techo estaba bien asegurado para aguantar el peso de una persona, no quería disgustos. Cuando todo estuvo preparado los encargados del local lo invitaron a copas. Antes de comenzar el espectáculo lo preparó todo minuciosamente y, finalmente, se puso la máscara, poco después la gente comenzó a entrar en el local. Había muy buen ambiente, la gente hablaba, bebía y bailaba un poco, algunos ya habían conseguido echar el guante a su ligue de la noche y disfrutaban de la presa apiñados en las paredes. Aquella noche incluso había gente más joven de lo habitual.

Cuando llegó la hora el encargado lo presentó y se subió al escenario, a su lado estaba otro de los encargados, que le sujetaba el micrófono. Los focos los iluminaron, tras los aplausos llamó al escenario a la persona que había preparado el local para realizar el espectáculo, un modelo despampanante de pectorales generosos y un abdomen de infarto que haría que a todos se les cayera la baba. Se hizo el silencio en el local, nadie respondía a su llamada. Todos se miraron los unos a los otros, aquello no solía ocurrir. El encargado, nervioso, cogió el teléfono y comenzó a llamar al modelo, pero nadie contestaba a sus llamadas. Viendo que la gente comenzaba a mosquearse, pidió disculpas e hizo algo fuera de lo habitual. Cogió el micrófono y pidió un voluntario entre el público. “Alguien de mi estatura, 73 kilos, que no tenga miedo a quitarse un poco de ropa…”.



La gente comenzó a murmurar y entre la multitud se escuchaba el “anímate, venga”. Tras animar un poco más la situación un grupo de chicos llevó en brazos a un compañero hasta el pie escenario, entre risas. Delgado, pelo rubio y corto, joven y sospechosamente familiar. Cuando le tendió la mano para ayudarlo a subir al escenario se percató de quién se trataba. Lo había tenido muy cerca aquél mismo día, pero jamás se imaginó encontrarse a Abel en aquél lugar. Haciendo gala de su habilidad para ocultar la sorpresa lo ayudó a subir y pidió un aplauso para él. La enorme ovación que recibió su joven alumno fue tal que hizo que se sonrojara, tras acabar le pidió que se quitara la camiseta, el obedeció. Tenía un cuerpo muy bonito, con algo de pelo rubio por el pecho. Le cogió de la mano e hizo que girara sobre sí mismo para que todos lo vieran, de nuevo el público se mostró satisfecho con el voluntario. Tras la ovación comenzó con su trabajo.

Le colocó las manos sobre la nuca y preparó el arnés de pecho, con sus manos rozó cada centímetro de su piel mientras lo cruzaba una y otra vez con las cuerdas, explicando paso a paso lo que estaba haciendo. Después preparó el arnés de las piernas, estar tan cerca de sus nalgas lo excitó. Tras pedirle permiso para quitarle los pantalones Abel accedió, se deshizo de aquella prenda, dejando a la vista el jockstrap que lucía. “Me va a dar algo” pensó Fran:

- Cuidado con este chico una vez que termine el show – dijo Fran al micrófono – viene a por todas.

La gente rió con el comentario, acto seguido y manteniendo la calma, siguió haciendo el arnés de piernas. Una vez acabado pasó las cuerdas por el anillo que colgaba del techo y, tras asegurar todas las cuerdas, lo suspendió. El público enloqueció. A la luz del foco pudo observar como Abel sudaba, también pudo ver como el rabo le oprimía la ropa interior, muy mojada por el subidón. Tras darle un par de vueltas en aquel anillo lo dejó mirando hacia sí:

- Dios que pasada – dijo Abel, colgando todavía del techo.

Fran le acarició la pierna como signo de aprobación antes de liberarlo. Una vez estuvo libre de sus ataduras volvió a cogerle de la mano y a girarlo sobre sí, de nuevo el público enloqueció. En aquel momento, cuando le devolvieron la ropa, le estrechó la mano y, antes de bajar del escenario, se le acercó mucho, Abel lo agarró del chaleco y le dio un beso en la boca. Dejándose llevar le devolvió el beso, a la vez que acariciaba sus nalgas. Se sintió muy afortunado de llevar la máscara en aquel momento. Cuando acabaron bajo del escenario, pidiendo un aplauso muy fuerte para el voluntario. Sus amigos lo vitorearon a más no poder.

Fran se despidió de su público y bajo del escenario para reunirse con sus amigos, no sin antes tener una charla con los organizadores. Sus amigos estuvieron encantados con lo que hizo, un trabajo brillante. Tomaron algunas copas antes de volver a casa. En cuanto se desnudó para darse una ducha fría pudo ver como un papel caía de su chaleco, en él había un número de teléfono. Parecía que aquella noche se había ganado un admirador más, aunque no recordaba quién había podido meterle aquél papel en el bolsillo.

Se tumbó desnudo en la cama y hundió la cabeza en la almohada. Con el rabo todavía duro a pesar de la ducha fría, comenzó a frotarse contra el colchón, pensando en lo que había ocurrido aquella noche. Terminó masturbándose con la mano, llenándose todo el pecho de leche, pensando cómo se hubiera follado a su joven alumno mientras estaba suspendido en el techo de aquél local.