La última campanada sonó dando paso a un nuevo año tiempo antes de que se echara a la calle para celebrarlo. Una bruma fría recorría las calles, pero a nadie parecía importarle el frío en una noche tan señalada. Pasando el tiempo con gente que sólo veía aquella noche olvidó por unas horas sus problemas y preocupaciones, con sus nuevos propósitos en mente decidió darse una nueva oportunidad para pasárselo bien y disfrutar.
Las horas pasaban, copa tras copa, en buena compañía, compartiendo las experiencias del año que había pasado. Tras la despedida era hora de echarse a los bares, había más gente que visitar. Mientras hacía camino un pensamiento se abrió paso en su mente. Sabía que podría encontrárselo en cualquier momento, como muchas otras veces mientras recorría la calle siguiendo su rutina. Lo miraba a los ojos cuando se cruzaban, sin que él se diera cuenta, mientras miraba sin ver a alguien que no conocía.
La gente se agolpaba dentro del bar, vio a sus amigas en el fondo y se acercó a ellas para saludar. Eran muchos los meses que pasaba sin verlas, pero aquello no era problema para llevar una buena relación. Mientras charlaban por encima de la música que sonaba sin parar fue cuando hizo su aparición.
Vestido de gala con el traje negro y corbata, como jamás antes lo había visto, se abrió paso entre la multitud, buscando también a sus amigos, sin percatarse de que no le quitaba el ojo de encima. Avanzó con paso firme, esquivando a la gente, hasta que se detuvo, a su espalda, más cerca de lo que lo había tenido jamás. Entonces fue cuando sus espaldas se cruzaron, sólo duró dos segundos, pero fueron toda una eternidad de sentimientos para él. Lo deseaba, lo deseaba tanto que hasta le dolía, tan solo el roce de su cuerpo le recordaba todas las veces que había pensado en él, todas las veces que había deseado que lo abrazara, que lo besara, que le dijera que todo iba a salir bien. Aquella eternidad acabó cuando volvió a abrirse paso hacia la salida del bar, acompañado de la gente que había entrado a buscar.
El corazón se le encogió mientras lo veía marchar, mientras volvía a darse cuenta de que aquello jamás podría suceder. Se volvió a la conversación con su amiga, tratando de olvidarlo y centrándose de nuevo en la realidad, aunque en su cabeza sólo había hueco para él.
La noche acabó para él una hora después del encuentro, mientras se desnudaba en casa para acostarse. La última campanada había sonado hace muchas horas, dando paso al nuevo año, pero, otra vez más, no fue capaz de dejar atrás el demonio que lo atormentaba con su dulce tormento. Mientras miraba fijamente al techo, lo imaginó tumbado desnudo a su lado, con su mano sobre su pecho mientras recorría su cuello con los labios antes de caer dormido. Susurrándole al oído buenas noches y besándolo en la boca, compartiendo algo anhelado mucho tiempo atrás, pero que, al igual que todas las demás noches, se desvanecía con los primeros rayos de sol, devolviéndolo a la realidad en la que vivía, donde seguía soñando desesperadamente que algún día pudiera verlo a su lado.