Noviembre
había entrado con fuerza en la ciudad. Una fría brisa invernal atravesaba las
calles abarrotadas de gente a primera hora de la mañana. La situación en el metro
no era muy diferente, cientos de personas se dirigían a sus lugares de trabajo,
como cada mañana. Entre el gentío Alex aprovechaba una de las pocas
oportunidades que tenía para leer uno de sus libros favoritos antes de entrar a
clase.
Hacía
tiempo que había empezado el bachillerato y, por sus notas, no tendría
problemas para entrar en una buena universidad. Era de complexión delgada, alto
y moreno, sus ojos azules y media melena hicieron que fuera el centro de
atención entre las chicas de su clase, la barba de tres días que llevaba le
daba un toque masculino y varonil, haciendo que aparentaba algunos años más de
los que realmente tenía. El fútbol era su mayor hobby, jugaba en un equipo de
los primeros puestos de la clasificación regional, con lo que los
entrenamientos duros eran habituales.
El
metro seguía avanzando por los oscuros túneles. Alex echó la última ojeada al
libro que tenía entre las manos, sabiendo que pronto se detendría. En cuanto el
metro se detuvo cerró el libro y se abrió paso hasta la puerta. Antes de que se
abriera ya podía ver que su compañero de clase y equipo estaba despatarrado en
los bancos de la parada. Era Dani, un gran amigo. Entraron juntos en el mismo
equipo, después de conocerse la amistad no tardó mucho en surgir, el fútbol no
era lo único que tenían en común. Ambos disfrutaban de las tardes en la playa y
la buena música, aficiones que solían compartir a menudo. A pesar de pasar
mucho tiempo juntos Dani no había aprendido mucho de Alex, era todo lo
contrario a él en los estudios: siempre llegaba tarde a clase, suspendía muchos
exámenes y no parecía tener intención de cambiar. Lo único que consiguió Alex
fue hacer que llegara a tiempo a clase.
En
cuanto se abrieron las puertas del metro Alex se acercó a Dani, éste se levantó
del banco y lo recibió chocándole las cinco. Tras la típica charla de todas las
mañanas cuyo tema central era “No sé cómo me convenciste para venir tan pronto”
se dirigieron juntos a clase. Dani era algo más alto que Alex, de espalda ancha
y pelo corto, tenía la costumbre de ir con la camisa entreabierta y con las
solapas hacia arriba, dejando a la vista el vello de su pecho. A pesar de su
aspecto de macarra de barrio era buena persona y no dudaba en ayudar a la gente
cuando lo necesitaba.
Alex
siempre sintió cierta curiosidad por Dani, por su persona, por lo que se le
pasaba por la cabeza, pero rara vez hablaba de sí mismo. Le importaba mucho
como amigo, y sabía que él pensaba igual, de lo contrario no hubieran sido
amigos durante tanto tiempo. Tras un rato andando llegaron al instituto, tras
saludar a sus compañeros entraron en clase juntos.
Las
horas se hacían eternas entre aquellas cuatro paredes. Los compañeros de clase
hablaban entre ellos sin cesar mientras hacían ejercicios y problemas, pero a Dani
no le importaban demasiado los resultados. Ojeaba el móvil como de costumbre,
intentando enterarse de cuándo tenían entrenamiento de fútbol. Alex le susurró
la hora al oído como siempre para que no tuviera problemas con los profesores,
otra vez. Cuando sonó el timbre que indicaba la salida de clase los dos se
apresuraron a ir a la misma parada de metro, como cada día. En unas pocas horas
tenían que ir a entrenar y no podían perder el tiempo.
Se
despidieron en el andén y volvieron a casa. Horas después volvieron a
encontrarse en el campo de fútbol donde entrenaban, no muy lejos del centro de
la ciudad. Estaban preparando una serie de partidos importantes con lo que el
entrenamiento fue duro, pasaron horas corriendo y entrenando las jugadas. Un
pitido de silbato indicó el final de la jornada. Fueron a los vestuarios,
agotados, a ducharse y a descansar. El ambiente en el vestuario era bueno,
todos los compañeros de equipo se llevaban bien entre ellos, no había mayores
problemas. Se dedicaban a andar desnudos por la estancia, azotándose con las
toallas mojadas. Los que estaban en las duchas miraban con disimulo, unos, y
otros sin ningún pudor, los miembros de sus compañeros, compitiendo por ver
quién la tenía más grande.
Alex
y Dani siempre eran los últimos en prepararse, siempre encontraban alguna
distracción para acabar los últimos. Los últimos compañeros salieron ya
vestidos con sus bolsas de deporte al hombro de la estancia mientras ellos
estaban mirando a la pared terminando de secarse con la toalla después de ducharse.
Siempre aprovechaban aquél momento para hablar entre ellos, era el único
instante en el que conectaban de alguna manera. Alex miró de nuevo el pecho
cubierto de vello de Dani sin que él se diera cuenta, le resultaba curioso que
siendo tan joven pudiera tener tanto pelo:
- ¿Has terminado los trabajos de clase? – preguntó Alex mientras se ponía la ropa interior.
- Creo que ya sabes la respuesta a esa pregunta – dijo Dani mientras echaba la toalla al suelo.
- Como de costumbre, ¿quieres que te los pase? – dijo mientras buscaba los calcetines en la bolsa de deportes.
- No hace falta, sabes que paso.
Alex
suspiró, no se sorprendió de su respuesta. Cuando dio con los calcetines y fue
a ponérselos pegó un resbalón en el suelo mojado, estuvo a punto de caer al suelo
de no ser por Dani, que lo cogió por la cintura justo a tiempo y lo ayudó a
levantarse. Los dos quedaron cara a cara mientras Dani todavía sujetaba su
cintura. Cruzaron la mirada durante un fugaz instante:
- Lo siento, soy un torpe – dijo Alex – gracias por cogerme.
- No es nada, este sitio se cae a pedazos, ¿estás bien?
Alex
no dijo nada, se limitó a mirarlo de nuevo a los ojos, casi por instinto, su
mirada lo atravesó como una navaja. Un ruido fuera del vestuario lo sacó de
aquél pequeño trance, uno de sus compañeros de equipo entró en la sala. Alex
llevó su mano al hombro de Dani y, sin que apenas tuviera tiempo para
reaccionar, le arrancó uno de los pelos solitarios que ahí tenía. Dani soltó un
quejido y se separó de él:
- Mira, uno menos – dijo Alex echando el pelo al suelo, ante la mirada de su compañero de vestuario – venga vamos a acabar de vestirnos que si no no salimos.
Aquel
rápido movimiento evitó que se difundiera algún rumor del que luego se
arrepentirían. Terminaron de vestirle y después los dos compañeros y el que los
había interrumpido salieron del vestuario. Alex y Dani volvieron a la parada de
metro como de costumbre y se quedaron esperando en el banco, aquella vez no
mediaron palabra, simplemente se dedicaron a mirar al suelo. Aquella noche Alex
se preguntó qué significaba aquella mirada, estaba confuso, tal vez no fuera
nada al fin y al cabo, pero no podía evitar pensar que si no los hubieran
interrumpido hubiera pasado algo.
Ese
mismo fin de semana jugaron el partido para el que se estaban preparando. Las
gradas estaban abarrotadas y la expectación cubría el aire. Alex y Dani fueron
los protagonistas de la jugada decisiva, marcando el gol que sentenció el
partido en el último minuto. Sus compañeros los cogieron en volandas mientras
festejaban el triunfo. Aquella noche todos salieron a celebrarlo, a pesar de
que no solía beber Alex tomó algo con sus compañeros, todavía era consciente de
todo lo que pasaba en el bar mientras que Dani ya estaba dando tumbos. Al final
de la noche tuvo que llevarlo a casa, como alguna que otra vez antes.
No
había nadie cuando llegaron a su casa. Alex lo llevó hasta su habitación,
pesaba mucho y no parecía colaborar en moverse. Lo dejo caer en su cama entre
risas, pero su peso lo arrastró con él hasta quedar tumbado sobre su pecho.
Hubo otro cruce de miradas, éste no lo interrumpió nadie. Sus corazones latían
con fuerza el uno junto al otro, en ese momento Dani le agarró la nuca y lo
besó en la boca. Al principio tenía dudas, nunca se imaginó que algo así
pasaría, sin embargo lo llevaba sospechando desde hacía mucho tiempo. Dejó de
importarle cuando los dos colaboraron en quitarse la ropa y continuaron
besándose en la boca, luego en el cuello, y luego en cada otro centímetro de
sus cuerpos. Se amaron hasta quedarse sin fuerzas.
Los
primeros rayos del sol los despertaron, por suerte los padres de Dani no
aparecieron. Alex apoyó su cabeza sobre el pecho peludo de Dani y le preguntó
que qué harían; él optó por guardarlo en secreto, aquello era algo que no debía
saber nadie, pues les traería problemas. Se besaron en la boca, sin decir nada
más, antes de despedirse. A partir de entonces se veían casi en secreto,
siempre vigilando que alguien conocido pudiera verlos, compartiendo sus cuerpos
en la oscuridad y aparentando normalidad frente a la gente.
Aquél
secreto no duró mucho. Tuvieron un descuido fatal cuando se besaron en los
vestuarios, pensando que nadie entraría de nuevo. Uno de sus compañeros de
equipo y de clase los vio a escondidas y la verdad se propagó como un reguero
de pólvora. Desde entonces se enfrentaron a diario a las miradas de sus
compañeros y a los comentarios. Alguna vez incluso trataron de pegarles, pero
tenían suficiente fuerza como para defenderse. En el equipo tampoco les daban
cuartel, todos los miraban mal y apenas colaboraban con ellos en los partidos.
La situación llegó a tal punto que se plantearon contárselo a su familia para
huir de aquella situación, pero el miedo se lo impidió, pues no sabían cómo
reaccionarían al respecto.
El
límite de aquella situación se alcanzó cuando estuvieron a punto de golpear a
Alex con una silla en uno de los recreos en el colegio, al grito de “maricón”. Dani
pudo pararla a tiempo, justo cuando uno de los profesores entraba en el aula. Los
padres de ambos jóvenes se enteraron de todo cuando los profesores los
reunieron para hablar del incidente. Temían que sus padres fueran a rechazarlos
o incluso llevarlos a algún psicólogo por ser como eran, pero ninguno de
aquellos miedos se materializó aquél día. Sus padres les mostraron su apoyo en
la causa e incluso aportaron soluciones al problema, como cambiarlos de
colegio, pero Dani se negó, tuvo una idea para acabar con todo el rechazo de
una vez por todas.
El
siguiente partido de fútbol de la temporada era decisivo para todos. Mientras
lo estaban jugando sus compañeros de equipo apenas colaboraban con ellos; su
derrota era inevitable, más aún con el marcador en empate. Entonces, en el
momento en el que todo parecía perdido, Dani arrolló a su propio compañero de
equipo, quitándole el balón, y avanzó junto con Alex a la portería. Tras el
pase Álex chutó el balón, marcando el gol que les dio de nuevo la victoria. En
ese momento Dani tomó a Alex entre sus brazos y lo besó con fuerza delante de
toda la gente que había asistido al partido. Después de soltarlo gritó con
todas sus fuerzas:
- ¡El maricón tiene que pasar por encima de sus compañeros de equipo para ganar el partido! – dijo mientras agarraba la mano de Alex y la levantaba al aire - ¡Sigo siendo igual de bueno aunque me gusten los hombres, espero que lo podáis valorar para la próxima vez!
Ambos
abandonaron juntos el campo, de la mano, y fueron al vestuario. La actitud de Dani
sorprendió a Alex, no contó con aquella respuesta y temió lo que pudiera pasar.
Ante su sorpresa, aquella muestra de valor surtió efecto, todos sus compañeros
de equipo, totalmente avergonzados, se disculparon por su actitud y su falta de
deportividad. Lo mismo ocurrió en clase los días posteriores al partido, los
compañeros dejaron de acosarlos y, aunque algunos no hablaban con ellos, muchos
se disculparon.
A
partir de aquél momento dejaron atrás el miedo que tenían; iban tranquilamente
de la mano por clase, sin armarios que los ocultaran de las miradas. Salían
juntos siempre que podían y continuaban con su vida con normalidad, salvo que,
cuando la puerta del metro se abría cada mañana y uno esperaba al otro, se
recibían con un beso. Algo que, en el fondo de su alma, los dos siempre
quisieron hacer.
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