Tied Together (Part 2) ~ Hunklopedia

miércoles, 15 de enero de 2014

Tied Together (Part 2)

Un rayo de luz de amanecer en los ojos lo despertó, había olvidado cerrar las persianas tras aquella noche especialmente intensa. Se llevo las manos a la cara mientras soltaba un gran suspiro antes de echar hacia atrás las sábanas y descubrir lo contento que se había despertado. Sin darle mayor importancia cogió el móvil sobre la mesa de noche y miró si tenía algún mensaje mientras acariciaba su glande con los dedos con la otra mano, estos se impregnaron de aquél líquido translucido.

Sus amigos le habían enviado las fotos de la noche anterior, pudo ver de nuevo cómo suspendía a su joven alumno, también el beso del final. Dejó el móvil al lado y se sentó sobre la cama, vio a su lado el papel que le habían metido en el bolsillo del chaleco. Sin pensárselo mucho lo añadió a la agenda y mando un simple “hola” a su dueño. Mientras esperaba respuesta se vistió y desayunó. Cuando volvió al dormitorio todavía no obtuvo respuesta, con lo que decidió pasarse por el gimnasio.

Los sábados por la mañana eran los días más tranquilos para trabajar, apenas había gente y podía estar a su aire. Tras su rutina de siempre se dio una ducha en el vestuario y volvió a casa, aquella vez no tuvo la suerte de observar cómo alguien compartía aquella ducha a su lado. Cuando volvió a casa obtuvo la respuesta que quería, su admirador en cuestión parecía emocionado por que le hubiera contactado. No tenía foto de perfil, pero aún así estuvieron intercambiando mensajes un rato, no dieron nombres, ni ningún dato en particular, a fin de salvaguardar sus respectivas identidades. Lo que pudo ver de aquél admirador le gusto, era agradable y no parecía mala persona. Al final concretaron una cita a ciegas para el lunes. Fran no era asiduo a este tipo de citas, pero por alguna razón sintió que no tenía nada que perder, si algo no salía a su gusto no tenía más que levantarse e irse antes de estrecharle la mano.


El tiempo hasta el lunes por la mañana pasó rápido, tenía trabajos de clase que corregir. No pudo evitar ponerle especial atención al trabajo de Abel, aunque los números no dijeran gran cosa de una persona pudo observar su buena caligrafía.

Se levanto inquieto la mañana de aquel lunes, tanto por tener que ver a su alumno como por la cita. Echo un vistazo rápido a la clase cuando entró, ahí estaba, con los codos sobre la mesa y pensativo, jamás sospecharía que había sido él con quien se había divertido tanto aquella noche. Despejó su cabeza de los pensamientos que le invadieron en aquél momento y dio la clase como de costumbre, tratando no parecer nervioso. Abel pareció estar ausente todo el tiempo que duró la clase. Al acabar salió rápido del aula para prepararse, no quería llegar tarde a la cita.

Al llegar a casa confirmó su cita con el desconocido, se preparó y partió hacia donde habían quedado. Eligió un atuendo casual pero elegante a la vez, para dar buena imagen. Cuando llego a la cafetería donde había quedado se sentó en la única mesa libre que quedaba y pidió un café. Parecía que toda la ciudad hubiera elegido aquél lugar para quedar, temió no ver a la persona con la que había quedado. Mientras esperaba sacó un libro del bolsillo y comenzó a leer para hacer tiempo, estar sin hacer nada era una de las cosas que más odiaba.

El desconocido llegaba tarde, ojeo el móvil e intento contactar con él pero no le contestó. Estuvo a punto de levantarse e irse, cuando vio a Abel entrando por la puerta de la cafetería, iba sólo. Fran se preguntó qué haría ahí, continuo un rato sentado, el tiempo justo para darse cuenta de que estaba acercándose a saludarlo. Dejó el libro en la mesa para atenderlo.


Se saludaron amistosamente, sorprendidos ambos de encontrarse en aquel lugar. Fran lo invitó a sentarse con él ya que no había ningún otro sitio donde hacerlo, pidió algo en la barra y se sentó frente a él. Ninguno de los dos se esperaba encontrar a ningún conocido ahí, pues ambos estaban esperando a personas diferentes. Hablaron amistosamente sobre lo que hacían normalmente, cosas sin importancia, nada íntimo, hasta que la conversación se fue desviando hacia lo personal. Los dos admitieron haber quedado con alguien más, pero ninguno aparecía. Miraban el móvil constantemente, esperando la llamada, pero no había novedades en ellos.

Pasó una hora y todavía continuaban hablando, al final decidieron llamar a sus respectivas citas para posponerlo. Ambos se llevaron el teléfono al oído para llamar, esperaron, entonces los dos teléfonos empezaron a vibrar. Apartaron los teléfonos del oído y lo miraron. Se estaban llamando entre ellos, entonces comprendieron que, sin saberlo, habían quedado en aquél mismo lugar.

Se miraron, no se lo podían creer. Parece que Abel fue quien escurrió aquél papel en su chaleco mientras lo besaba, buenas manos, sin duda. Recordó de nuevo aquél beso prohibido. Al principio ambos se sintieron incómodos, Fran sabía quién era en el momento que lo subieron al escenario, pero no podía negarse a tomar un voluntario, por otro lado Abel estaba confuso: le gustó lo que ocurrió, pero para nada esperaba que su profesor fuera el que le hizo pasar tan buen rato. Los dos acordaron que aquello debía quedar estrictamente entre ellos para asegurar su seguridad, nadie debía enterarse o los dos se verían en problemas. A pesar de que reinaba una tensión incómoda en el ambiente se miraban constantemente a los ojos, ya no había una máscara entre ellos.

- ¿Y visitas mucho estos bares? – le preguntó Fran.

- Alguna que otra vez – dijo, todavía nervioso - aquella noche estábamos saliendo por el ambiente. Mis amigos saben que estas cosas me gustan y me acompañaron hasta el bar… y luego pasó lo que pasó.

- ¿Te arrepientes de haber subido al escenario? – preguntó Fran, directo como una bala.

Abel se lo pensó un momento mientras todavía lo miraba a los ojos. Fran lo vio nervioso, con dudas, en el fondo lo entendía, era una situación violenta, pero él sabía muy bien lo que había visto aquella noche, un chico que disfrutó como nunca, con el rabo bien duro mientras colgaba del techo, sometido por él.

- No – contestó, decidido – no me arrepiento.

- Bien – dijo Fran mientras agarraba su mano.

Salieron juntos de la cafetería, caminaron durante un rato por la calle ya oscura, las farolas se habían encendido hace poco y desprendían su luz sobre el suelo húmedo de la ciudad. Abel caminaba junto a él en silencio, había captado perfectamente lo que ambos querían hacer. La cafetería quedaba cerca de casa de Fran, con lo que no tardaron mucho en llegar, una vez en el portal los dos se detuvieron delante de la puerta. Fran la abrió y lo invitó a pasar. Él atravesó el umbral con paso firme; se montaron en el ascensor.

Abel rodeó su cintura con sus brazos y lo abrazó nada más se cerró la puerta, él le devolvió el abrazo, le puso una mano en la cara para que lo mirara y le besó con fuerza en los labios. El ascensor seguía la marcha mientras Abel nadaba en su boca, comenzó a notar su miembro endurecerse bajo los pantalones, rozando contra su pierna, pues Fran era más alto que él. Agarró sus nalgas con fuerza, palpando el culo que debió ser suyo aquella noche. Se separaron cuando el ascensor abrió sus puertas, Fran metió la mano entre las piernas de Abel e hizo fuerza hacia arriba para cargarlo sobre su hombro, luego lo llevó hasta la puerta de su piso, entre risas. Era ligero, más de lo que pensaba. Tras abrir la puerta de casa y cerrarla una vez dentro, lo cargó hasta su dormitorio, donde lo dejo caer sobre la cama.


Fran se hecho sobre él. Continuaron besándose mientras se quitaban la ropa, cuando fue a echar mano de su entrepierna Abel lo detuvo, separándose un instante de su boca:

- Átame, quiero que me poseas, quiero ser tuyo, sólo para ti – dijo mientras lo abrazaba – quiero tenerte dentro sin que pueda hacer nada.

Fran se separó de él y volvió a agarrarle la mejilla para mirarle a los ojos, después lo besó de nuevo y se levantó de la cama para dejar al descubierto su pequeña mazmorra. Abel se quitó la poca ropa que le quedaba y entró dentro, después cerraron la estantería tras de sí y, tras recoger las cuerdas se pusieron manos a la obra.

Primero le ato las manos a la espalda y desde ahí fue haciendo los respectivos arneses mientras besaba con su boca cada parte del cuerpo por la que pasaba. Una vez tenía todas las piezas bien atadas pasó las cuerdas sobre un anillo en el techo y lo suspendió de forma que parecía que estuviera sentado en una silla. En esta postura fue cuando se quitó los pantalones, agarró con su mano su miembro erecto y húmedo, se arrodilló y comenzó a lamer el ano de Abel. Este se estremecía de placer, incapaz de moverse. Entre gemidos le pidió que se pusiera la máscara para follarle, a lo que Fran no se negó.

Una vez acabado de lamer aquél culo de ensueño Fran se puso la máscara y un preservativo, agarró las piernas de su joven alumno y comenzó a follárselo. Su rabo se deslizó por su culo prieto y una sensación placentera lo invadió, una de sus mayores fantasías se había hecho realidad. Se folló a su alumno rápido y lento a la vez, mientras su rabo duro como una piedra estaba totalmente húmedo. En uno de los últimos empujones consiguió que alcanzara el orgasmo, no hicieron falta manos para dejar su pecho cubierto de leche.



Cuando no pudo aguantar más soltó una de las cuerdas para que Abel echara la cabeza hacia atrás, entonces salió de su interior, se arrancó el condón del rabo y después de masturbarse con fuerza y agarrar su corta melena rubia con la mano sudada le llenó la cara de su dulce esperma. Tras soltar un sonoro gemido de placer puso una rodilla en el suelo y lo besó en la boca.

Dejó a Abel colgado un rato más mientras se relajaba, mientras tanto palpó de nuevo su cuerpo surcado por cuerdas con la mano desnuda y le retiró algo de lefa a punto de metérsele en el ojo. Tras esto lo liberó y lo llevó en brazos hasta la ducha, donde continuaron besándose bajo el agua. Una vez limpios se tumbaron en la cama. Abel se durmió rápidamente, rodeando la espalda de Fran con un brazo y apoyando el otro sobre su abdomen. Su rostro reposaba sobre su pecho, respirando suavemente. Fran acarició su mejilla antes de dormirse también, no sería fácil olvidar aquella noche.

A la mañana siguiente se despertaron abrazados. Abel se llevó los dedos a los ojos para aclarar algo la vista y luego le dio los buenos días sentándose a horcajadas sobre su ingle y dándole un beso en la boca. Fran pudo palpar de nuevo sus glúteos mientras sus lenguas se entrelazaban. El calor del momento hizo que el deseo se prendiera de nuevo, Fran mojó los dedos en la boca de Abel, disfrutando de su lengua, y los llevó al ano de su joven alumno. Continuaron besándose mientras lo abría poco a poco, mientras aquél profesor con una doble vida le masajeaba la próstata. Lo poseyó de nuevo tumbado en la cama, estando Abel sobre él, le dejó seguir el ritmo que él quisiera, mientras Fran pasaba su mano por el pecho y pellizcaba los pezones de su nuevo amante. Tras estar así largo rato Fran lo empujó hacia atrás y le abrió las piernas en uve, se la metió hasta el fondo, haciendo que gimiera con fuerza. Cuando llegó el momento de descargar ambos se corrieron a la vez, sobre el cuerpo delgado de Abel.

Tras limpiarse hablaron durante un rato más. Había voluntad de seguir quedando, no podrían verse muy a menudo para levantar sospechas y deberían de cuidar su comportamiento a partir de entonces. Decidieron no volver a quedar hasta acabar el curso y, por lo tanto, quedar los dos libres de responsabilidad profesor-alumno, sin embargo seguirían hablando aunque no hubiera nada serio entre ellos.

Fran lo despidió en el umbral de la puerta de su casa, con un beso profundo en la boca.

Los 4 meses restantes de curso pasaron rápido, ambos mantuvieron celosamente su secreto durante todo aquél tiempo. Ambos continuaron con su vida normal a pesar de sentir una gran atracción física el uno por el otro. Cuando llegó Junio la espera acabó. Liberados de toda responsabilidad volvieron a encontrarse en casa de Fran, sus labios volvieron a juntarse tras su puerta cerrada, a salvo, atados por un nuevo vínculo que ninguno de los dos había sentido nunca.


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