
El despertador suena como cada mañana.
De un salto me levanto de la cama, sin apenas tiempo para prepararme.
Tras desayunar y recoger mis cosas salgo a la calle.
Giro la esquina y camino hasta el bus.
Está hasta arriba de gente, como de costumbre.
Cierro los ojos, como cada vez que viajo,
esperando los 40 minutos muertos que me separan de mi destino.
Al llegar bajo a la calle de nuevo y vuelvo a caminar, sin apenas darme cuenta de por donde...