El coche se detuvo ante la mansión de su amo y se fue en cuanto Evan abrió la puerta de la entrada al jardín. Pudo ver cómo la puerta principal estaba convenientemente abierta, esperando su visita, entró a la casa, cerró la puerta tras de sí.
Subió las escaleras acristaladas hacia el estudio, de nuevo no estaba ahí. Giró hacia su habitación, la puerta estaba abierta, pero tampoco estaba dentro. Entró en la habitación y se acercó a la cama de su amo, se quitó la camiseta y los pantalones, quedándose únicamente con la gorra, el jockstrap y las zapatillas puestas, después colocó las rodillas sobre la cama y apoyó el pecho sobre esta, ofreciéndose, tal y como había hecho tantas veces antes.
Escuchó unos pasos que se acercaban desde el cuarto de baño, no muy lejos de ahí, sintió cómo se acercaban más y más, hasta que lo sintió tras él. Lo próximo que escuchó fue su respiración, mientras azotaba sus nalgas antes de arrodillarse y comenzar a lamer su ano. Agarró sus nalgas con fuerza mientras hundía su rostro y su lengua, húmeda, lo recorría, cada bocado iba acompañado del roce de su barba, escupía de vez en cuando en su agujero, lo que ayudaba a que dilatara:
- ¿De quién es este culo? - le preguntó, antes de volver a escupir.
- Suyo, señor - contestó, jadeando.
- Levántate - dijo apartándose.
- Sí, señor.
Cuando dio por terminada su tarea volvió a azotarlo. Rápidamente se levantó de la cama y se arrodilló frente a su amo y dio la vuelta a la gorra. Volvió a lamer aquél miembro venoso con fuerza mientras lo observaba desde abajo; vio cómo se hinchaba su pecho, tensando todos los músculos cubiertos de sudor, se pellizcó los pezones con los dedos mientras él seguía con su trabajo, con las manos a la espalda, como a él le gustaba. Le agarró la cabeza con las manos y empujó su miembro con fuerza por su garganta, continuó con ése ritmo largo rato hasta que lo agarró del pelo para separarlo. Tras respirar volvió al ritmo inicial, bajo la atenta mirada de su amo, quien esgrimía una sonrisa cruel.
Al acabar lo tumbó en la cama en la posición inicial y se chupó los dedos, comenzó a meterlos el ano dilatado de Evan, primero uno, otro después. Notaba cómo se deslizaban por su interior, cómo rozaban su próstata y lo dilataban más. Notó la humedad en su ropa interior, poco después su miembro erecto salía del suspensorio. Continuó estimulándolo, mientras se retorcía de placer.
Sacó los dedos de su interior para recoger el lubricante y el preservativo de la mesa de noche. Lo abrió con la boca y se preparó para penetrarlo. Lo tomó en aquella misma postura, sujetó sus nalgas de nuevo para entrar en él. El dolor fue intenso la primera vez, pero estaba acostumbrado a él. Continuó introduciéndole cada centímetro de su miembro entre jadeos, abriéndose camino en su interior.
Tras un rato se tumbó en la cama, Evan se quitó la gorra y se incorporó para volver a complacerlo, antes de que se agachara le bajó el jockstrap con la mano y admiró su cuerpo y su pene, húmedo y erecto, antes de volver a tomarlo. En cuanto volvió a estar dentro de él agarró el miembro de Evan con la mano y comenzó a masturbarlo:
- ¿De quién es este rabo, chico? - le preguntó mientras empujaba.
- Suyo, señor - contestó.
Siguió empujando con fuerza, hasta el fondo, disfrutando de cada entrada y de cada salida, agarrando sus nalgas con fuerza mientras se abría paso a su interior. Recompensó su esfuerzo masturbándolo con su poderosa mano, notó que no le faltaba mucho para acabar:
- Me corro, señor - jadeo.
- Córrete para mí, chico - dijo mientras empujaba más fuerte.
- Sí, señor.
Evan dejó que lo masturbara, hasta que descargó sobre su pecho. Su amo recogió el semen con los dedos y se los ofreció, sin parar de empujar. Evan cerró los ojos y lamio la leche que le ofrecía, bajo su atenta mirada de satisfacción. Cuando limpió aquellos dedos él salió de su interior y lo tumbó boca abajo sobre la cama, se colocó encima y volvió a tomarlo largo rato. Aguantó el tipo como pudo, hasta que su amo gimió con fuerza. Salió de golpe de su interior, se quitó el condón y lo forzó a darse la vuelta, puso su cabeza entre sus rodillas y se masturbó con fuerza delante de su cara. Segundos después, oleada tras oleada, impregnó su cara de semen.
Tras respirar profundamente apoyó su rabo en los labios de Evan:
- Limpialo -ordenó.
Obedeció, lamiendo de nuevo aquél miembro húmedo y lleno de leche, ante su atenta mirada.
- ¿Qué debes decir ahora, chico? - le preguntó.
- Gracias, señor - contestó.
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