La noche había caído hace tiempo en las afueras de la ciudad. Un grupo de amigos bebía tranquilamente en la calle, como cada sábado por la noche. Aquel lugar cercano al río era su punto de reunión habitual, perfecto para pasarlo bien sin molestar a nadie. Las risas y las nuevas historias que compartían entre ellos eran constantes, fruto, algunas de ellas, de la desinhibición provocada por la cerveza. Entre ellos se encontraba Jake, sentado, hablando tranquilamente, bebiendo, como siempre. Entre sorbo y sorbo relataba con todo lujo de detalles su último ligue. Había sido algo fugaz, como todos los que caían entre sus manos, no lo había vuelto a ver después de tirárselo.
Era un tío joven, de 28 años. Pelo corto con una pequeña cresta, algún que otro piercing en las orejas y ceja, alto y algo delgado. No tenía mayores preocupaciones en la vida que follar y beber de vez en cuando.
Tras un largo rato charlando Jake sintió la necesidad de evacuar toda la cerveza. Se excusó un momento y se alejó del grupo hacia uno de los callejones cercanos. Mientras entraba en aquél callejón observó el coche patrulla que llevaba aparcado ahí toda la tarde, no parecía haber nadie dentro, con lo que se adentró y se bajó los pantalones para mear.
Se agarró el rabo con la mano mientras un vigoroso chorro salía de él, suspiró y echó la cabeza hacia atrás mientras meaba, sin percatarse de la presencia de alguien que lo observaba desde hacía rato. De repente escuchó un ruido y se giró para ver que había ahí, mientras todavía seguía meando. Un policía apareció tras de él, iba vestido con el uniforme típico, la prieta camisa de aquél uniforme parecía apretarle bastante el pecho trabajado y los hombros anchos. Era más alto que él y llevaba barba de tres días, el vello abundante en los brazos le daba un aspecto temible y masculino, las botas largas y negras que llevaban culminaron con la obra maestra del morbo que era aquél agente de la ley.
El agente le dijo que estaba prohibido mear en la calle, Jake seguía a lo suyo, evadiendo las frases con su típico sarcasmo pasota y rebelde. Llegó un momento que amenazó con multarlo si no se iba de ahí, Jake pasó completamente de él. El agente agarró su hombro con la mano para pedirle que se subiera los pantalones y se largara, pero Jake no quería ceder y, tratando de zafarse se dio la vuelta y meo sobre las botas del agente, por accidente.
Tras soltar un largo suspiro aquél policía, dos cabezas más alto que él, lo empotró contra la pared y lo esposó, diciéndole que quedaba detenido. Después lo empujo para que andara hacia el coche patrulla, todavía con los pantalones bajados, en cuanto vio que Jake tropezó y cayo al suelo lo cogió y lo puso sobre su hombro. Aunque trató de zafarse de él otra vez fue inútil, aquél agente lo transportaba con una facilidad insultante. Lo metió en la parte atrás del coche patrulla y arrancó, camino a la comisaría.
A pesar de los gritos de Jake al son de "brutalidad policial" y "maldito madero" el agente no se inmutaba, siguió conduciendo en la oscuridad.
En cuanto llegaron a la comisaría el agente metió el coche en el garaje. Tras aparcar sacó a Jake del mismo y lo llevó a una especie de calabozo. Lo sentó en una silla en el centro de la sala frente a una mesa y lo esposó a esta. Acto seguido abandonó la estancia. Jake aprovechó para subirse los pantalones y observar aquella habitación: estaba cerrada por unos barrotes de hierro con una pequeña puerta en un lateral, una pequeña ventana detrás de él, también cerrada con barrotes daba al exterior. A través de la puerta por la que habían entrado ahí podía observar que no había nadie al otro lado, parecían estar solos ahí.
Tras un largo rato el agente apareció y se sentó a su lado, dejando sobre la mesa una carpeta con papeles. De su cintura colgaba algo que parecía una cuerda, pero no le prestó atención. Le dijo algo sobre que estaba acusado de desobediencia, pero Jake pasó de escucharlo. Cuando el aquél policía agarró la barbilla de Jake para que le prestara atención éste le escupió a la cara. El agente soltó otro suspiro mientras se quitaba la saliva de la cara.
- Es hora de que alguien te enseñe modales - dijo mientras se levantaba de la silla.
Entonces cogió a Jake de la cabeza y lo empotró sobre la mesa, le soltó las esposas y, mientras agarraba con una sola mano sus muñecas sacó una cuerda y le ató las manos a la espalda. Acto seguido se sacó una pelota de goma atada a una mordaza y se le puso en la boca para que se callara. Poco después, con otra cuerda, le ató las piernas a las patas de la mesa, dejándolo completamente inmóvil, tras empujarlo de nuevo contra la mesa cortó con una tijera sus pantalones vaqueros y su ropa interior, dejándolo con el culo al aire.
En ese momento comenzó a azotar sus nalgas con la mano, con fuerza, de vez en cuando lo agarraba del pelo y le gritaba al oído que era un cerdo y que necesitaba aprender por las malas. Por alguna razón Jake había dejado de sentir el dolor de los azotes después de un rato, en vez de quejarse comenzó a gemir cada vez que aquél policía lo azotaba, su rabo comenzó a crecer bajo la mesa. En cuanto se dio cuenta el agente lo levantó de la mesa y lo acercó hacia sí:
- ¿Te estas poniendo cachondo, eh? - dijo mientras agarraba su rabo - Eres un cerdo granuja, a ver si te gusta esto.
Comenzó a estrujar sus pequeños pezones y a morder su cuello. El rabo de Jake estaba cada vez más duro. Sus manos, atadas a su espalda estaban tan cerca de la entrepierna del agente que pudo comprobar que él también la tenía dura:
- ¿Quieres mi rabo? - le dijo al oido.
Jake asintió. Entonces el agente soltó sus pezones y lo volvió a empotrar contra la mesa. Se arrodilló y comenzó a lamer el ano de Jake con fuerza. Escupía de vez en cuando sobre su agujero y introducía su lengua en él, haciéndolo gemir de placer. Tras un rato se deshizo de su camisa, dejando a la vista un pecho cubierto de vello y cogió la porra de su cinturón. Tras untarla de saliva comenzó a pasarla por el ano dilatado de Jake hasta que finalmente lo penetró con ella.
Poco después la sacó de su culo y salió de la habitación, volvió al rato con preservativos y un bote de lubricante. Se abrió la bragueta del pantalón y se sacó el rabo, tras ponerse el condón y untarlo en lubricante comenzó a follarse a Jake. Primero despacio hasta que entró en él, después con fuerza, empujándola hasta el fondo. Ambos gemían de placer mientras lo hacían. Cuando llegó el momento de descargar el agente salió de su interior y después de quitarse el condón se corrió sobre su espalda, después masturbó a Jake hasta que hizo lo propio sobre la mesa del calabozo.
Ambos jadeaban después del esfuerzo. Con algo de esfuerzo el agente cortó las cuerdas que ataban sus piernas a las patas de la mesa y lo tumbó sobre el suelo, después se agarró el rabo y meó sobre Jake. Su orina cayó sobre su piel, impregnándolo por completo, un morbo que jamás había experimentado.
- Te perdono la multa - dijo el agente mientras escurría las últimas gotas - Espero que te lo pienses la próxima vez.
Jake asintió en el suelo. El agente le ayudó a levantarse y lo liberó de sus ataduras, le sacó la pelota de la boca y lo llevó hasta el vestuario de la comisaría. Ahí le dijo que se duchara. Cuando Jake salió de la ducha encontró ropa limpia para cambiarse sobre uno de los bancos, se vistió y abandonó aquella comisaría en la oscuridad. Todo un mundo nuevo se abrió ante él a partir de aquél momento.
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