"Kyle era biólogo, pero también un aventurero consumado. Desde que sus padres murieron se había dedicado a viajar a lo largo y ancho del mundo, haciendo todas las cosas que a ellos les habría gustado hacer, cosas que querían hacer antes de morir. Sus viajes le habían llevado a muchos lugares distintos, cada uno con una historia diferente, con una experiencia adquirida en el tiempo que permaneció ahí. Algunos de aquellos lugares le habían marcado de por vida: Las montañas rocosas de América, donde había hecho su primera sesión de escalada, las grandes llanuras de la sabana africana donde había trabajado durante un par de años, los grandes lagos de Eslovenia donde se había perdido a propósito en una ocasión...
Pero ningún otro lugar se podía comparar con aquella playa.
El estaba haciendo surf mientras Kyle recogía muestras en la playa. No tuvo reparos a la hora de mirarlo mientras cortaba las olas con su tabla. Su cuerpo musculado y salpicado por el agua relucía bajo la luz del sol. Sin darse cuenta tropezó contra una una roca que sobresalía de la arena. Calló sobre la arena con todos los botes de muestras. Los estaba recogiendo del suelo cuando el surfista se acercó a la orilla, clavó la tabla en el suelo y le ayudó a recoger los botes. En cuanto se los puso en las manos los dos intercambiaron una mirada curiosa. Sabía que lo había estado mirando mientras rompía las olas. Se sonrojó, Kyle le dio las gracias mientras volvía a guardar las muestras. El surfista seguía mirándolo fijamente mientras se ponía de pié. Ambos accedieron a tomar algo juntos. La chispa no tardó mucho tiempo en surgir, pues tenían mucho en común: el deporte, la música que escuchaban, el mar... y sobre todo el mar. Su nombre era como un sueño, al igual que su belleza tanto interior como exterior: Alex, aficionado al surf, al mar, y a los biólogos que estuvieran dispuestos a compartir un refresco con él. No hizo falta mucho más para que acabaran juntos, parecían estar hechos el uno para el otro.
El primer beso fue en aquella playa, mientras atardecía, justo antes de que se despidieran hasta la mañana siguiente. No tenían intención de dejar que aquel beso acabara, pero algo les decía que el destino les deparaba más momentos como aquél.
Y ahí estaba de nuevo, en aquella playa llena de recuerdos. De encuentros matinales, de besos al atardecer y noches enteras sobre la arena viendo las estrellas en buena compañía. Dos brazos abrazaron su cintura y un rostro conocido posó su barbilla en su hombro. Era Alex. Le besó la mejilla mientras miraban de nuevo la puesta de sol en su playa, juntos, sin ninguna otra preocupación que estar juntos en aquel lugar tan importante para ellos dos".
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